La Escuela Nacional Normal Superior “José Manuel Estrada” de Cañuelas fue fundada el 1 de abril de 1955 por un grupo de emprendedores liderado por Virginia Guzzetti de Torti. Por pocos meses se llamó Escuela Presidente Perón, pero después del golpe de Estado que envió a Juan Perón al exilio, se adoptó el nombre actual.
Ubicada en la esquina de la Avenida Libertad y de la calle Pedro Mozotegui, comenzó a funcionar en una casa de varios cuartos construida en 1896 por la familia Fuentes. La directora tenía su oficina a la entrada, sobre la Avenida Libertad, pero todos los otros aposentos se abrían a un amplio patio interior, con su antiguo aljibe en el centro, donde los estudiantes pasaban el recreo. En sus tempranos inicios, bajo la dirección de la Señora Blanca Iribarne, la institución solo ofrecía un curso básico de tres años. En 1957, se le agregaron dos años adicionales, para un total de cinco años de estudio, con la opción de Magisterio o de Perito Mercantil, al que nosotros llamábamos “el Comercial”.
La escuela Comercial funcionaba a la mañana y por la tarde tenía su turno el Magisterio. Los bancos escolares a veces se convertían en buzones improvisados donde, fuera de la vista de las preceptoras, cartitas de amor iban y venían, escondidas en el estante donde se ponían los libros. Varios alumnos venían de lejos, de los tambos, granjas o de las estancias de los alrededores. De vez en cuando, especialmente en días de lluvia, alguien llegaba en un tractor o nos encontrábamos afuera, atado a un palenque, el caballo de algún estudiante.
Por esos tiempos, la Escuela Estrada requería que las alumnas se cubrieran las piernas con medias que llegaban un poco arriba de la rodilla o a mitad del muslo. Originalmente, habían sido de seda, pero luego salieron al mercado unas de nylon que eran mucho más prácticas y duraderas. Las medias traían una costura vertical atrás y comprobar si las rayas estaban derechas o no era para nosotras una constante fuente de preocupación.
La gran mayoría de estudiantes varones de esa época iba a la Escuela Industrial o Escuela Técnica Número 1 “Coronel Dorrego”. Fue fundada en 1947 pero comenzó a funcionar el 3 de agosto de 1948, graduando a través de los años una gran cantidad de técnicos mecánicos. A pesar de inconvenientes causados por una tormenta y la posterior mudanza a un edificio nuevo, la escuela ha estado funcionando continuamente por más de setenta años.
A menudo competían en deportes equipos del Industrial contra jugadores de la Escuela Estrada. Infaliblemente, siempre ganaba el Industrial, pero nosotros nunca perdíamos la esperanza de que ese sería el año de nuestra revancha. Un día, nos llevaron a un club local para ver un partido de básquetbol. Recuerdo muy bien ese partido porque resultó ser un poco traumático para mí. Había salido afuera del estadio, tal vez por no querer presenciar otra humillante derrota, y me estaba acercando a un quiosco de golosinas que estaba en la playa de estacionamiento. De repente, el partido terminó, los portones de metal se abrieron, y una muchedumbre descontrolada, llevando en andas a los mejores jugadores, se abalanzó sobre mí. Me tomó por sorpresa y no atiné a hacer nada. El señor que atendía el quiosco, un hombre grande y fornido, dejó su puesto, me aferró bajo su brazo y, con gran esfuerzo, me arrastró a un lado para ponerme a salvo.
Un 22 de noviembre de 1963, estábamos en la Escuela Estrada durante el recreo cuando la directora, Rosa Galizia de Raffo, y su vice directora nos informaron que habían oído por la radio que el presidente norteamericano John F. Kennedy había sido asesinado en Dallas, Texas. El patio se sumió en un gran silencio, anonadados todos por las noticias, y muchos lloraron la pérdida de un líder que tanta gente admiraba.
La mayoría de los profesores de la Escuela Estrada eran excelentes. Recuerdo a unos hermanos, dignos de gran respeto, hijos de la fundadora del colegio. Una de las hermanas enseñaba a los varones a arreglar mapas y a hacer trabajos básicos de carpintería. La otra hermana era la profesora de Actividades Prácticas de las mujeres. Yo era muy desprolija y confieso que en realidad fue mi madre quien terminó haciendo mi tarea de vainillas y ojales. Uno de los hermanos enseñaba anatomía y siempre nos contaba historias interesantes de cirugías que había presenciado en la escuela de medicina.
La clase de zoología era conducida por el Doctor Valicelli, el veterinario del pueblo. Sus clases eran muy amenas y aprendíamos mucho. La profesora de inglés venía de Lobos y era inglesa. Insistía que la llamáramos Miss Peggy, pero para nosotros era “La Madam”. Aprendíamos música con Beba González quien nos enseñó a arrastrar la “a” en el “vivamos” del coro del himno nacional. El Señor Martínez era el portero del turno de mañana, mientras que el Señor López trabajaba el turno de la tarde. También había una auxiliar, la Señora Elba, y dos preceptoras disciplinarias, las Señoritas Cacace y Jáuregui. Al final del corredor, a unos metros del mástil de la bandera y protegido por el alero, había un puesto de golosinas, galletitas y gaseosas, atendido por la señora Ceferina Cuarenta de Amundarian.
Entre los vice directores de la Escuela Estrada se destacó el Señor Héctor Durante, quien también era nuestro profesor de arte, pero si mal no recuerdo ese puesto fue ocupado por varias personas en esos primeros años. Por un tiempo, tuvimos de vice directora provisional a nuestra querida profesora de historia, la Señorita Aída Zúñiga, quien luego fue reemplazada por la escribana Norma Sanseau. Ese mismo año a Norma le tocó dar el discurso para el 25 de Mayo y, según parece, estuvo ensayando la noche anterior porque para el otro día se había quedado afónica. Igualmente dio su discurso, aunque nadie logró oír palabra de lo que dijo.
En la Escuela Estrada no había calefacción y en el invierno hacía mucho frio en las aulas. Teníamos que llevar puesto tapado, bufanda y guantes adentro de las clases y a pesar de ello a veces nos salían sabañones en los dedos de las manos y de los pies. Para el 25 de Mayo o el 9 de Julio, por lo general tomábamos parte en un desfile patrio. Caminábamos todos juntos por alguna calle lateral hasta llegar a la Plaza San Martín donde, esperando el inicio del evento, nos ubicábamos frente al Cine Teatro Cañuelas o al lado del edificio de la Municipalidad. Íbamos en grupos, algunos al frente, otros más rezagados, esquivando autos y la bosta de caballo que en esa época abundaba por todas las calles de Cañuelas.
Al llegar a los dos años de magisterio, los estudiantes debían dar clases a niños de la escuela primaria para practicar lo que sería su oficio. Al principio, las futuras docentes iban a diferentes escuelas para llevar a cabo su entrenamiento. Pero con el fin de proporcionarles un lugar fijo y permanente, el 26 de abril de 1966, abrió en la calle Rivadavia 467, al lado del Club Estudiantes, el Departamento de Aplicación, donde aún cursan sus clases un jardín de infantes y estudiantes de primero a sexto grado.

La Escuela Estrada, edificio histórico de Cañuelas, construido a fines del siglo XIX. Archivo InfoCañuelas.
Cuando llegaban las vacaciones de verano, los que tenían los medios económicos veraneaban afuera y los que nos quedábamos en el pueblo íbamos a la pileta pública. Pero a mí me gustaba más leer. Además de los libros clásicos que compraba mi padre, mi prima me prestaba libros de Corín Tellado. Como esta escritora era tan prolifera, corría un rumor de que no era una persona, sino un equipo profesional quien escribía las novelas románticas. Pero resulta que en 1994 el Guinness World Records nombró a Tellado como la escritora con más ventas de libros en español - con 4.000 títulos publicados - y UNESCO la declaró la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes Saavedra.
Recientemente, leí una cita de Christine Gregoire, quien fue gobernadora del estado de Washington en los Estados Unidos del Norte. Dice: “Educación es la base sobre la cual construimos nuestro futuro”. Y puedo afirmar que gracias a la excelente base educativa que me dieron los maestros de Cañuelas, logré construir un buen presente y aguardo el futuro con gran optimismo.
Cuando mis padres decidieron emigrar a los EE. UU. me fui de Argentina sin completar el magisterio y me vi obligada a asistir al último año de la escuela secundaria en Nueva York. A partir de ahí, toda mi educación universitaria fue en inglés y mi trabajo como periodista también fue, en su gran mayoría, en inglés. Por esa razón, les agradezco a los docentes que tuve en Cañuelas, pues nunca me he olvidado de mi lengua natal y siete décadas más tarde, me basta con cerrar los ojos para revivir mi niñez y mi adolescencia en ese pequeño y querido pueblo que me vio crecer.
Agradezco la contribución de Griselda Mazzanti, Margartita Arrieta, Elba Caeiro, Haydeé Parra, Susana Basualdo, Rita Artigiani. Elina Vortaire, Lidia Hardman, Roberto Clérici y Adriana Laurens.
Escrito por: Ana María Cúneo

