28 de marzo. Cañuelas, Argentina.

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Una ciudad que nos invite a ser mejores

Pensar la ciudad que tuvimos y perdimos genera interrogantes que traen incertidumbre y desconcierto; pero también puede ser el puntapié para construir juntos la ciudad que queremos y que nuestros hijos merecen. Escribe: Natalia Blasco.

Nosotros, los adultos ¿recordamos en que ciudad queríamos vivir de chicos? ¿Alguna vez le preguntamos a nuestros hijos si les gusta la ciudad en la que viven?

Yo, como muchos de los que me están leyendo, he crecido jugando en la calle, andando en patines con amigos o en bicicleta. He ido y vuelto caminando al colegio con mis vecinas y con los “chicos del 12” preparamos nuestro primer corso en el barrio, pintando lamparitas y picando papeles durante días… Pero eso fue hace bastante tiempo y los tiempos cambian. Cañuelas creció y la mayoría de nuestros hijos no han experimentado nada de eso; al contrario: nos miran con ojos atónitos sin poder creer semejantes osadías.

Ciertamente, eso que para nosotros era rutina formó parte de una “infancia feliz”, y eso ayudaba -sin darnos cuenta- a que nuestra ciudad también lo fuera, porque sin dudas una ciudad llena de chicos, risas, bicis, pelotas y colores en las calles, es imposible que no lo sea. ¡Y ni hablar si de seguridad se trata! Una ciudad con chicos en la calle nos obliga a conducir mejor, a ser mas respetuoso con el peatón, a llevar el papelito del alfajor por cuadras en la mano hasta encontrar un cesto (¡si lo hay!) y por ende, con todos aquellos más indefensos o desprotegidos (ancianos, personas con discapacidad, embarazadas, etc.), haciendo que, sin darnos cuenta, seamos mejores personas.

Ahora, me pregunto, ¿es posible retomar esas costumbres? ¿Es posible torcer la dirección por la que vamos? 

Esporádicamente Cañuelas se debate en cómo ordenar el tránsito vehicular, el estacionamiento, el recorrido del transporte de pasajeros. Discute si hay que pintar el cordón de amarillo y si se respeta. Pero nunca nos hemos puesto a pensar en cómo potenciar lugares verdes, cómo dotar a nuestros hijos de espacios de juegos, de recreación diversos, entretenidos, a la vez que “seguros”, como si lo lúdico en general y el espacio público en particular, tuviese que estar alejado del juego; como si el desarrollo pleno de las persona no necesitara el jugar en todas sus variantes. 


“Nos jactamos de vivir en el CAMPO (así, con mayúsculas) pero llenamos la vereda de pavimento y desterramos los árboles... ”
 


¿Hacia dónde vamos realmente? Muchas veces pretendemos mostrarnos como una opción cercana a la naturaleza, pero en muchos casos somos incapaces siquiera de respetar la reglamentación que establece el “pulmón de manzana”. Nos jactamos de vivir en el CAMPO (así, con mayúsculas) pero llenamos la vereda de pavimento y desterramos los árboles. Podamos en cualquier época del año, alambramos los baldíos para que nadie entre a nuestra “propiedad privada”, ni siquiera los chicos del barrio, que la usan como potrero, canchita de fútbol o lugar de reunión… ¿Tomamos conciencia de que ya no quedan canchitas por ningún lugar? Pero eso sí, somos los primeros en hablar de Vida Sana y al Aire Libre y renegar cuando nuestros hijos se pasan horas frente a la Tele, la Play y el celular. 

Pero de todas formas, y pensando en voz alta (como suele hacer un amigo) me pregunto, ¿esa opción cercana a la naturaleza, es suficiente para nuestros hijos? ¿Es lo mejor que le podemos dar? ¿Es la ciudad que quisieran tener? ¿Qué pasaría si les preguntáramos a nuestros niños cómo sería esa ciudad? Si hacen la prueba seguramente se sorprenderán, como lo hice yo al escuchar a mis dos peques.

No creo que baste sólo con intentar pensar como ellos para buscar soluciones; creo que tendríamos que empezar a escucharlos, como primer paso para construir una ciudad amiga, donde hacer equilibrio por el cordón no esté prohibido ni sea muy peligroso ir al kiosco de la otra cuadra a comprar figuritas. 

Pero creo también que esta escucha no servirá si no la asumimos como compromiso de todos; no solamente de los que estamos en política y tenemos la obligación de pensar políticas públicas; sino de los padres, los vecinos y la escuela. 
Sin dudas es un gran desafío. Se trata no solo de pensar en los chicos sino con ellos, generando más interrogantes que respuestas, pero estoy convencida de que tenemos ante nosotros una oportunidad única de constituirnos en la ciudad que verdaderamente queremos ser, y no podemos desaprovecharla.

Natalia Blasco
Abogada
Concejal de Cambiemos

Escrito por: Natalia Blasco