20 de abril. Cañuelas, Argentina.

weather 18º

Ojos de elefante

Está cuando lo necesito y no hay día en que no busque su consejo. Escribe: Renato de Tellería.

La historia que voy a narrar habla de un elefante, uno de esos que saben cómo liderar a su pequeña manada. 

Este elefante cargó por mucho tiempo tamaña responsabilidad, aunque no siempre la pasó bien. Hubo ocasiones en que la vida lo sorprendió y debió enfrentarla contra todos los pronósticos, como en cierta ocasión en que vio con sus propios y enormes ojos cómo su casa se desintegraba bajo las llamas de un incendio y se armó no sólo de fuerzas sino además de coraje para poder encarar un nuevo proyecto de vida, dejando atrás miles de recuerdos.

Son las leyes de la naturaleza las que nos gobiernan y, por ende, influyen de algún modo nuestro accionar y ciclo vital. Por eso este elefante tuvo que ocupar el lugar de otros. Como sucesor sabía que culminaba una etapa; y aún así le costó despedirse de quien se retiraba para siempre.

Lo veo a veces pasearse, con los ojos inundados de memorias. Algunos buenas y otras no tanto, pero nunca deja de pelear. Muchas veces me contó historias, me sostuvo la mano cuando más lo necesité, y siempre está, a unos kilómetros de distancia, porque yo también estoy haciendo mi camino, pero firme.

De hecho gran parte de lo que soy se lo debo a él, ese elefante de andar lento, pero seguro. A veces basta una mirada cómplice o un gesto atinado para entendernos. Este elefante muchas veces me hace renegar -porque creo que está chapado a la antigua- pero después entiendo que así le enseñaron las cosas, aunque intenta despertarse a esta nueva realidad y a moldarse como dé lugar sin pedir nada a cambio, es nada menos que mi viejo, mi papá.

Lo identifico así porque veo en sus ojos un pasado a cuestas. Con cierta complicidad de la que me siento parte, admiro su fortaleza y su memoria. Donde lo busque, está, y no hay día en que no solicite su consejo. Muchas veces me sostuvo la mano cuando tropecé. Ahora me deja crecer como pueda, pero tratando de ser previsor. Intenta guiarnos como ese elefante, decidido, pero a veces no se da cuenta de que también tenemos derecho a hacer nuestro andar, aunque pertenezcamos al mismo rebaño. 

Aunque no todo el tiempo coincidimos, nos trenzamos en duras discusiones pero al fin y al cabo, aunque no estemos de acuerdo en algunas cuestiones, lo amo, porque me dio la vida; porque gracias a él rescato miles de anécdotas tan inverosímiles que sólo pueden haberle pasado a él.

Viejo, sólo tengo palabras de agradecimiento. Pido disculpas si no cumplo tus expectativas, pero vos mismo me enseñaste a que haga lo mejor con las mías, y con todo lo que eso implica estoy tratando de llevarlo a cabo. Sé lo mucho que haces por nosotros, por eso sabes que te admiro.

Me engañabas ingenuamente de chiquito creyendo que hacías magia. Me narrabas cuento a la hora de la siesta y así me contagiaste la pasión, consciente o no, por la lectura y escritura. Hoy me sigo riendo con tus anécdotas, por eso sos mi fuente de inspiración.

Te pido disculpas por las veces que te hago renegar, por esos descuidos o distracciones que cometo, pero lejos estoy de querer lastimarte (a fin de cuentas soy muy parecido a vos y eso es indiscutible). Sos mi todo, mi guía, mi gran referente, aunque a vos te guste más el deporte...

SOS, por encima de todo, mis ojos de elefante, esos que se entornaron ante ciertas circunstancias que nos depara la existencia, pero que nunca vi cerrarse.

¡Gracias, Papi! ¡Espero que tengas un hermoso día porque te lo mereces más que nadie!

Renato de Tellería
Actor, escritor y un cuelgue permanente

Escrito por: Renato de Tellería