27 de abril. Cañuelas, Argentina.

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Adiós a Alberto Sciuto, un hombre para no olvidar

“Sciuto debería figurar en las páginas de un libro de oro” destaca Mario Morhain, su amigo durante más de medio siglo.

No hubo emprendimiento ni esfuerzo, ni aún ideas en las que no estuvieran involucrado, porque, desde muy joven sintió la necesidad de ver progresos que mejorarán la vida en un pequeño Máximo Paz y que beneficiará a todos los habitantes.

Alberto Pedro Sciuto fue, es y debería ser una persona a la que nunca se la olvide, porque desde aquellas calles de tierra y barro, con pocas luces, pocos negocios, pocas veredas, llegó a ver un pueblo con grandes mejoras significativas y, en muchos casos, gracias a él.

Se unió a los esfuerzos, participando de las Sociedades de Fomento, allá por los ‘70s, en forma espectacular, colaboró con el Hogar Bernardino Rivadavia. Apoyó y trabajó para reconstruir nuestra Iglesia de San Eduardo. Fue base indiscutida de la Congregación Pobres Hijas de San Cayetano, haciéndose cargo, entre otras cosas, de la construcción del Centro San Cayetano. Formó parte de comisiones en el Club Villa María. Ayudó a la insipiente FM 98.9 en su llegada a esa institución. Invirtió tiempo y esfuerzo en la creación de la Escuela de Educación Media junto a otros vecinos, como en la creación del Instituto Nuestra Señora de Luján y del nuevo desafío de la Escuela de Artes y Oficios. 

Trabajó miles de horas sin cobrar para el Foro de Seguridad, representando a nuestro pueblo, preocupado por el incremento de la delincuencia y la droga. Fue consultor, maestro y auxilio para muchos vecinos a los que nunca dejó de brindarles una mano amiga, siempre sin costo.

Vivió una vida plena, trabajador y creador incansable.

Crió, junto a su esposa, dos hijos ejemplares, Verónica y Javier y, gracias a Dios pudo disfrutar de los primeros años de sus nietos.

Lo conocí allá en 1952, cuando con 7 años llegaba desde la Capital a este pequeñísimo Máximo Paz y, al presentarme a la escuela el 2 de abril, una voz surgió de entre los pupitres diciendo: ”¡Sentate conmigo!” expresada por un muchachito delgado con un jopo volcado sobre la frente. Y con él me senté durante los 5 años siguientes.

Trabajamos juntos en Gilera Argentina y, en cada apuro, cada problema, cada enfermedad, ahí estuvo siempre y con su incansable mano extendida, dispuesto al auxilio y apoyo.

Todo esto es un apretado resumen de una larga vida excelente que todos los vecinos deberían conocer por lo ejemplar, porque Sciuto no debería olvidarse nunca y figurar en las páginas de un libro de oro que recuerde a aquellos que, además de buenos vecinos, fueron más allá de lo que se espera de un vecino. Sciuto trabajó y emprendió bases para un Máximo Paz mejor.

Querido amigo, nos volveremos a ver, seguro, como lo hicimos siempre, durante sólo 69 años.

Mario Morhain 

Escrito por: Mario Morhain