25 de abril. Cañuelas, Argentina.

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Habló un hijo de Miguel Vergara: “Mi papá no tuvo una atención adecuada”

Marcos relató las dramáticas horas finales de su padre, fallecido luego de un accidente doméstico.

Miguel Vergara.

Miguel Vergara.

El 9 de diciembre la noticia se diseminó como un reguero de pólvora. Miguel Vergara -ese “profe” de gimnasia apreciado por varias generaciones de alumnos- había fallecido luego de un accidente doméstico. De inmediato surgió una catarata de versiones sobre una posible demora en la llegada de la ambulancia, falta de oxígeno sobre la unidad o errores de atención. 

Superado el shock inicial por un desenlace que nadie imaginaba, uno de sus hijos, el veterinario Marcos Vergara, accedió a hablar con InfoCañuelas para contar los detalles de esas horas finales. En todo su relato sobrevuela la convicción de que Miguel no recibió una atención adecuada y que se perdieron minutos preciosos, tal vez por falta de experiencia o de medios de los médicos que lo asistieron en primera instancia.

Ese día Vergara limpió la pileta de su casa del barrio Obrero, se duchó y luego se dispuso a podar un viejo árbol situado en la vereda. Se había cortado la luz y Miguel lo atribuyó a unas ramas que rozaban el cableado. En varias oportunidades su esposa había llamado al municipio para que lo retiraran porque personal de Edesur les había dicho eso, que los cortes eran producidos por el follaje.

Alrededor de las 18 hs., apoyado en una escalera y en una rama gruesa, mientras cortaba las ramas superiores con un machete, cayó sobre la vereda desde una altura de poco más de 2 metros. Primero un vecino y luego su hijo Germán comenzaron a llamar en forma reiterada pidiendo una ambulancia que, de acuerdo al cálculo de Marcos, tardó entre 50 y 70 minutos en llegar al domicilio.

“Cuando llegué me lo encontré tirado en el piso. Estaba totalmente consciente. Me dijo que le dolía el cuerpo y que no podía respirar bien. En un momento me pidió que lo agarrara de la mano y me dijo que tenía sed. Intentamos darle agua pero luego la rechazó temiendo ahogarse. Estaba pálido, transpiraba y comenzó a hincharse. Le pregunté si se había golpeado la cabeza y me contestó que no, que seguro que no, pero que sentía que todo el cuerpo le crujía”.

Miguel en un evento familiar.

De pronto pasó un patrullero y varias personas insistieron para que la policía se sumara al pedido de la ambulancia. Preocupado por el cuadro, Marcos pensó en cargarlo en su camioneta y llevarlo al Hospital, pero evaluó que tal vez tenía fracturas o lesiones internas y que moverlo en esas condiciones, sin los elementos adecuados, podría ser contraproducente. Finalmente optó por ir a la veterinaria para buscar un tubo de oxígeno. 

Cuando regresó con el tubo, la ambulancia acababa de retirarlo. La siguió y notó que a su padre le colocaron una máscara de oxígeno recién al ingresar al Marzetti. 

“Le pusieron una vía y lo vio un médico que nos dijo que aparentemente no tenía fracturas. Le pregunté por qué mi papá seguía diciendo en forma desesperada que no podía respirar. Me dijo que posiblemente era por el dolor del golpe y que le harían una radiografía de cadera. Quedó en la camilla sin ningún control. No le midieron el oxígeno, solamente le pusieron suero y un analgésico. Él seguía atento a lo que estaba pasando e incluso reconoció al médico que lo asistía”.

TRASLADO AL CUENCA

Al cabo de una media hora, Vergara estaba con el cuerpo, el rostro y los párpados cada vez más inflamados, al punto que no podía abrir los ojos. El profesional del Marzetti volvió a hablar con los familiares para explicarles que la placa de cadera no había mostrado nada anormal y que lo trasladarían al Cuenca para hacer una tomografía de cráneo y tórax. “Aparentemente fue un golpe y por eso le duele todo”, insistió el facultativo.

Marcos y su hermano Germán circularon detrás de la ambulancia, que iba a un ritmo bastante tranquilo. Intentó ingresar por una de las puertas del Cuenca, pero luego se desplazó hacia otro acceso, una maniobra que demandó otros 10 ó 15 minutos. “Estaba totalmente consciente y a los manotazos decía que no podía respirar”. Esa fue la última imagen que Marcos guarda de su padre.

Aproximadamente a las 21.15 un médico del Cuenca se dirigió a la familia para comunicarles que Vergara acababa de fallecer de un paro cardíaco. Les dijo que la vía del paciente había sido mal colocada, que llegó en estado muy crítico y que estaba “todo roto” (esas fueras sus palabras exactas). “Ya lo retamos al médico que vino en la ambulancia. Le dijimos que no pueden traer un paciente así; que le tendrían que haber hecho algo en el Marzetti... La próxima vez que pasen por algo así, traigan al paciente directamente para acá”.

En estos días la familia recibió un informe preliminar de la autopsia, que indica que la muerte se produjo por un shock traumático irreversible, politraumatismo y shock hipovolémico. Falta el informe complementario para conocer qué fue lo desencadenó esos efectos, es decir si hubo algún daño orgánico como perforación de pleura, pulmón o bazo.

Miguel y Susana en unas vacaciones en 2014.

“Siento que se perdió mucho tiempo. Quizá el cuadro era irreversible, pero pienso que con una atención adecuada mi papá podría haber tenido una muerte digna. No pretendo que el Hospital Marzetti tenga un ´Favaloro´ pero sí profesionales con calidad de atención. Tampoco es que quiero echarles la culpa a los médicos, tal vez no tenían los elementos necesarios. Lo que sí está claro es que la atención fue un desastre, mi papá se murió asfixiado. Si por ejemplo se determina que tuvo un neumotórax, significa que se podría haber solucionado o al menos haberle garantizado una muerte menos traumática”.

“Hasta en la veterinaria, si me llega un perro que no respira bien, le pongo el oxímetro para determinar el nivel de oxígeno, cosa que en este caso no hicieron. Si el Hospital Marzetti no tiene los materiales mínimos o recursos humanos para brindar una atención adecuada, ¿por qué no lo cierran y permitan que la gente vaya directamente al Cuenca? Pensando en frío, hubiera preferido que mi papá muriera sobre una ambulancia yendo a un hospital con recursos para atenderlo en lugar de haber estado dos horas dando vueltas y perdiendo el tiempo”.

Recién ahora, a una semana del trágico desenlace, Marcos comienza a tener noción de la ausencia. “Era un hombre grande, de 76 años, pero sumamente activo. Pasaba todos los días por la veterinaria a saludarme y a preguntarme si necesitaba algo. Uno jamás podría imaginar un padre más presente”.

Nacido en La Plata y casado con la docente y artista plástica Susana Vindegna, Vergara se mudó a Cañuelas hace 40 años. Trabajó como profesor de Educación Física en las escuelas 1, 11, 15, 16, 501, Industrial, Don Bosco y en el CEF, entre otras instituciones. En todas ellas dejó el recuerdo de gran docente y mejor persona.

Escrito por: Redacción InfoCañuelas