26 de abril. Cañuelas, Argentina.

weather 17º

La Martona en el Almanaque Peuser de 1900

La famosa editorial de Jacobo Peuser dedicó varias páginas a describir el funcionamiento de la estancia San Martín y su fábrica láctea. Era tal la pulcritud “que se podía comer sopas en el piso”, destaca el autor.

La Martona en 1900. Peuser / Archivo InfoCañuelas.

La Martona en 1900. Peuser / Archivo InfoCañuelas.

En 1887 el inmigrante alemán Jacobo Peuser fundó una de las publicaciones de mayor arraigo en la ciudad de Buenos Aires: la Guía Peuser, imprescindible para consultar el nombre de calles, recorridos de tranvías, colectivos, ómnibus o trenes.

La empresa, que siguió editando la famosa guía de tapas rojas hasta entrados los años ´60, también publicaba “La Guía Peuser del viajero” y, en fechas especiales, el “Almanaque Peuser”, dirigido a un público selecto, con notas sobre poseía, historia, arte, moda, teatro y personajes de actualidad.

Para inaugurar el siglo XX se editó el “Almanaque Peuser 1900” en el que apareció un artículo de 12 páginas dedicado a la estancia San Martín y su fábrica La Martona, con texto del escritor español Eduardo López Bago e ilustraciones de Adolfo García.

Invitado a pasar una jornada en la estancia, López Bago hace una descripción amena, florida y literaria de su llegada a la estación Vicente Casares -donde fue recibido por Aquiles, un encargado prusiano-, su traslado en carruaje por el camino polvoriento y su visita a todos los sectores productivos, desde los tambos, corrales, huertas y galpones de caballos hasta la fábrica misma.

La primera sorpresa del visitante fue la relativa sencillez del casco: “Palacio ¿para qué? Aquí se reemplazan los lujos con las comodidades. Lo elegante se llama sencillo, se llama sobrio, y todo está hecho de la manera que pueda servir mejor a los agrados de lo práctico. La arquitectura de la casa-vivienda no es admiración sino encanto de los ojos. No es una de esas imponentes moles de piedra labrada que no parece sino como que dieran órdenes a los pájaros para que no canten, sino un gracioso y alegre albergue, que sonríe con sus claros tonos en medio del jardín y debe tener nidos en los aleros”.

El tambero Laborde y el capataz Ceferino.Peuser.

Luego de apreciar las caballerizas, el picadero y los corrales, se adentraron en el campo. “Nos dirigimos a ver uno de los dieciocho tambos que constituyen el total de los que cuenta la estancia del señor Casares, en cada uno de los cuales se reúnen de doscientas a trescientas vacas lecheras”.

“Iba acercándose la hora de nuestro regreso a Buenos Aires –prosigue el autor– y éranos forzoso apresurarnos, si queríamos conocer la Fábrica de La Martona, cuyo blanco caserío habíamos divisado desde lejos a nuestra llegada, alegrando el paisaje, sobre el cual destacaba fuertemente”.

Al ingresar a la planta industrial López Bago señala que su primera impresión fue “de asombro ante el extremadísimo aseo, la escrupulosa limpieza, reyes y señores dentro de la Fábrica, como lo eran fuera de ella aquellas blancuras alegres que pintaban las fachadas. Recordando ahora que el administrador de «La Martona» es andaluz, viene a mi memoria esa pulcritud que en Andalucía tiene a vanagloria toda mujer de su casa para la casa misma. En La Martona no sólo «se podían comer sopas en el piso», pues tal y tanto esmero saltaba a la vista en este punto que era el pavimento en todas partes como bruñido espejo”. 

La prosa de vuelo poético está acompañada por decenas de imágenes referidas a las distintas faenas que se realizaban en el campo y la fábrica. Varias de esas magníficas ilustraciones fueron reproducidas a partir de la década del ´80 en los libros de investigación del Arq. Carlos Moreno.

En la revista La Ilustración Artística (Barcelona, 1882-1916) de la misma época hay un elogioso comentario: “El establecimiento gráfico Jacobo Peuser, de Buenos Aires, ha publicado este almanaque que honra a dicha casa y al director Sr. Esteban Lazárraga y que es una brillante demostración del estado de adelanto a que han llegado en la Argentina la tipografía y las bellas artes (...). En cuanto a las condiciones materiales, el Almanaque Peuser, que forma un tomo de unas 200 páginas, ha de satisfacer a los más exigentes en este punto, así por su impresión como por la pulcritud con que están hechos sus bellísimos grabados”.

Compartimos a continuación el artículo publicado sobre la Estancia San Martín en Cañuelas.

Escrito por: Germán Hergenrether