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30 de abril. Cañuelas, Argentina.

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El rebaño al matadero

De cómo en Cañuelas se puede implementar estrategias epidemiológicas de las que habla todo el mundo. Y de cómo la dignidad de las personas con discapacidad puede quedar en los cajones de algún escritorio. Escribe: Natalia Blasco.

Me costó conciliar el sueño. 

Me fue imposible intentar dormir después de leer las noticias, que como hace 120 días refieren a pandemia, coronavirus, hisopados, positivos y altas médicas; pero hoy en nuestra comunidad suman la idea de “inmunidad de rebaño” y “contagio controlado”.
Tiemblo cuando pienso que desde los órganos del Estado se promueven medidas sanitarias, fundamentadas en que los pacientes, “dadas sus características, no tienen la capacidad para auto protegerse (sic)” y profesionales de la salud lo declaran sin más, sin tapujo alguno… 

Me vienen a la cabeza visiones terribles, nociones que creía desterradas. Me es muy difícil separarme de la idea de que cada uno de nosotros es un sujeto de derecho y hay resortes legales para la protección de sus derechos. Creo que más de uno olvidó que la idea de un Estado que tutela y decide por los ciudadanos quedó suprimida hace mucho, no sólo desde lo legal sino desde la mirada social que insiste en el verdadero respeto a los derechos y las individualidades y en muchos casos se jacta de ese respeto desde lo discursivo, aunque una y otra vez muestra la hilacha….

Lo cierto es que desde hace días la preocupación por lo que sucede en nuestro distrito se ha centrado en Uribelarrea, ese pueblito de cuento, que para muchos parece detenido en el tiempo y para los que lo conocemos bien, guarda su propia identidad mientras protege nuestra historia como pocos, a la vez que se constituye en atracción turística.

Y específicamente en el Hospital Sub Zonal Dardo Rocha. Ese Hospital, antiguo, inaccesible, oscuro, que para muchos es parte del paisaje natural del pueblo, y como todo lo que se naturaliza permite desconocer lo que pasa puertas adentro, hoy sin pretenderlo, nos enfrenta a la dura realidad de los centros de Salud Mental y de sus internos. Y con ello nos trae la posibilidad de hablar verdaderamente de Derechos Humanos y de inclusión, por ejemplo, aunque también podríamos hablar del cumplimiento de normas éticas en la profesión, de la inacción las funciones de control de los órganos del Estado o del respeto a los Derechos del Trabajador.

Seguramente, en estos tiempos hay muchas cuestiones que nos han movilizado. Y no dudo en que pensar en más de 80 adultos internados durante toda su vida en una institución hospitalaria, lejos de afectos y contención familiar, con padecimientos graves de salud y profundas discapacidades físicas y mentales, también nos debe conmover. Más aún en este contexto mundial de pandemia que obliga a suspender visitas, ingresos, contacto social y actividades “extra curriculares” para prevención, y que, con el mismo fin, exige severas medidas de cuidado a personal profesional y no profesional que trabaje en el mismo, exigiendo también al Estado, no en su carácter de Padre Benefactor, sino de empleador, y órgano de control, y responsable último de las políticas públicas sanitarias, una serie de medidas y reparos que parecieran haberse omitido. 

Lo cierto es que, de alguna forma, el Dardo Rocha hoy se convirtió en una gran preocupación, atento parecer ser el foco de Covid-19 en el distrito. Y los contagios se dispararon entre internos y empleados, y además del virus corrieron las versiones y las dudas… 

El mismo municipio habla de incumplimiento de protocolos, y uno no entiende a quién o quiénes se refiere, y se ilusiona con que no quede en una mera declaración. ¿O se avanzará sobre el tema y se realizarán las actuaciones correspondientes? 

Téngase claro, que no estamos hablando de una institución privada sino de un organismo del Estado y que en muchos casos ese incumplimiento además de poner en riesgo la vida de muchos, puede dar lugar a sanciones administrativas y penales. 

Tal vez el ingreso del virus era inevitable, pero ¿se proveyó a la totalidad de los empleados del equipo de seguridad necesario para disminuir los riesgos? ¿Se hizo desde el momento cero o mágicamente los equipos aparecieron cuando ya era tarde? ¿Alcanza con un plan DetectAR para la comunidad o se tomarán medidas especiales para los empleados que arriesgan su vida todos los días?

¿Era evitable el contagio masivo?; o mejor dicho, ¿es evitable? Escucho en la tele (¡ufff, nuevamente Cañuelas es título por una mala noticia ligada a la salud!) que se decidió aislar el Hospital, y leí anoche que se tratará a todos los internos como positivos, y me pregunto: ¿aislar a todos es lo mismo que no aislar a nadie? ¿Se decide exponer a todos al mismo riesgo de contagio, independientemente de las patologías previas o de base? ¿No hay protocolos especiales para instituciones de salud mental que contemplen el aislamiento de los pacientes contagiados a la vez que preserven la salud y la vida del resto?

Y ahí, vuelvo a la inquietud que me desveló: la medida adoptada ¿verdaderamente respeta los derechos de los internos, quienes en su totalidad son personas con discapacidad, que merecen la protección integral de su personalidad y su dignidad? Considero no debería perderse de vista que en Argentina el paradigma de intervenciones protectoras y asistencialistas sobre la persona discapacitada se modificó y hoy se habla de generar sistemas de apoyo para acompañar y asistir a la persona en la toma de sus propias decisiones, manteniendo las figuras de curadores y asesores de menores, para el caso de no poder decidir por sí mismo sobre determinadas cuestiones. Lejos, muy lejos de algunas decisiones y apreciaciones actuales. 

Lamentablemente, el verdadero respeto a los derechos y las individualidades hoy pareciera ser uno más de los temas pendientes, no ya desde la sociedad sino desde los órganos y agentes del Estado, y una vez más está en cada uno de nosotros interpelar y exigir la coherencia entre el decir y el hacer, más allá de cuarentenas, confinamientos y crisis.

Natalia Blasco
Abogada
Concejal Juntos por el Cambio

Escrito por: Natalia Blasco