27 de abril. Cañuelas, Argentina.

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Sabbat, el lugar donde viven los mejores recuerdos

Fue uno de los boliches más reconocidos de la zona sur, por el que pasaron desde Sergio Denis hasta Soda Stereo. Fotos, videos e historias inéditas de un lugar irrepetible.

Sabbat en 1987.

Sabbat en 1987.

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Durante más de una hora la gente formó una larga fila en la esquina de Libertad y Florida, como aguardando el estreno de una obra de teatro estelar. El cronista Diego Villalba, con su inseparable grabador Philips, intentaba captar sensaciones para la radio LC5. Adentro, los nervios carcomían a los técnicos, que terminaban de conectar los últimos cables en la cabina de sonido. Ya no quedaba tiempo para una prueba general. A las 23.45, con un millar de personas desbordando la capacidad del salón, el DJ Marcelo Ponce le dio play a las bandejas Technics, colocó el vinilo de Central Line y eligió la pista de Walking into sunshine. Nada falló y comenzó la leyenda.

Con esta secuencia electrizante, el viernes 19 de marzo de 1982 se vivió el inicio de Sabbat, el mítico boliche de Cañuelas. A casi 20 años de su cierre definitivo sobrevive en el recuerdo de varias generaciones que tuvieron allí la primera salida, el primer romance, el origen de una familia, el esperado encuentro de amigos, el primer espacio de libertad en un país que se asomaba a la democracia.

La “noche” de Cañuelas comenzó tímidamente en Alicante, la whiskería de Miguel Mazzoleni, “Tachi” Arrieta, Javier Arrieta y el “Negro” Del Valle inaugurada en 1970, con Alfredo Morgante como DJ. En 1973 se sumó Sheherezada, el salón popular y de estilo oriental ubicado en Libertad y Basavilbaso.

A los tres años de la apertura de Alicante, Morgante compró la parte de Javier Arrieta y al poco tiempo los demás fundadores también quisieron desprenderse del negocio, cansados de las razzias que irrumpían con bastante frecuencia. Fue entonces cuando Gustavo Bonavita, César Elorza y Luis Indaverea se unieron a Morgante dando lugar a una sólida sociedad comercial que duraría 25 años. 

Una de sus primeras iniciativas fue renovar Alicante. Con el asesoramiento del artista plástico Osvaldo Di Santo diseñaron Avignon -de estilo francés- y luego a Cartago -de impronta marina-. 

El logo orginal diseñado por Osvaldo Di Santo

Si bien la dictadura cívico-militar entraba en su declive, seguían apareciendo los colectivos fuera de línea con el temible comisario Barcia para llevarse a los “infractores” a La Plata. Cañuelas era un pueblo chico, el público era sólo local y todos esos incidentes no hacían más que ahuyentar clientela. 

El más preocupado era Morgante, que acababa de ser nombrado gerente del Banco Regional del Salado. No estaba dispuesto a perder su principal empleo por quedar fichado en un prontuario policial. Hablaron con el presidente del CFC, Roberto Taberna, y acordaron continuar con los bailes en el gimnasio del Club Cañuelas, una institución deportiva que les garantizaba inmunidad contra las razzias. 

En la planta alta de Lara y 25 de Mayo tocaron Sergio Denis, Charly García, Serú Girán, León Gieco, Raúl Porchetto y Luis Alberto Spinetta en recitales que reunían hasta 1.200 personas. A partir de la contratación del “Flaco”, entablaron un fluido contacto con los técnicos que le hacían luces y sonido: Juan Segura y Alberto “El Tapa” Escriña, quienes luego serían determinantes en el armado de la nueva discoteque.


EL SURGIMIENTO DE SABBAT

Mientras los cañuelenses tenían el privilegio de escuchar en vivo a los mejores artistas de la música nacional, Morgante, Indaverea, Elorza y Bonavita compraban la propiedad de Almejún, en Libertad y Florida, donde funcionaba la gomería de Daniel Domínguez. Para abaratar costos, ellos mismos trabajaron en la demolición. Se conservaron los muros exteriores y se construyó un entrepiso de madera utilizando los materiales del edificio original.

Jorge Crespo estuvo a cargo de la carpintería y Carlos Frescino del diseño y dirección general de la obra. En la estructura agregó un elemento innovador: un techo a dos aguas con una de las alas superpuesta sobre la otra, dejando un espacio central que funcionaba como chimenea mediante una banderola corrediza, algo fundamental para asegurar la renovación natural del aire.

Marcelo Ponce con el disco de Central Line que usó en la primera noche.

Cuando se aproximaba la inauguración faltaba la frutilla del postre: el nombre. “Una noche, en la casa de César, nos pusimos a revisar un diccionario francés. De repente apareció la palabra Sabbat. Nos gustó como sonaba y nos quedamos con esa”, rememora Morgante.

Sabbat tiene varias acepciones de connotación religiosa. Deriva del “Shabat”, el sábado de los judíos dedicado al descanso y la meditación, pero también, según las antiguas creencias populares, es una asamblea nocturna durante la cual magos y brujas se reúnen para invocar al diablo mezclando bailes y orgías.

El nombre les gustó a todos, excepto al padre Antonio Gatti, párroco de la Iglesia Nuestra Señora Del Carmen. “Me lo crucé un día en la radio de Charly Bevacqua. Mientras esperaba para salir al aire, se me acercó y con gesto severo me dijo ´¡Mirá qué nombre le fueron a poner, eh!” recuerda Morgante entre risas.

Como en Avignon y Cartago, Di Santo aportó su creatividad para el diseño del logo. La palabra Sabbat en letras rojas remataba con cinco círculos concéntricos de color azul. La figura de neón parpadeaba como un faro en lo alto de la fachada.

Segura y Escriña, los técnicos de Spinetta, hicieron un trabajo extraordinario de luces y sonido que culminó 15 minutos antes de la inauguración. Instalaron equipos que en aquellos años sólo se podían encontrar en los mejores boliches de la Capital Federal. Había luces Geoffroy y columnas de sonido Bosé. Los bajos se colocaron al ras del piso para acentuar el efecto de los graves. Una máquina que se encendía en los mejores momentos escupía pelotitas de telgopor que, combinadas con la iluminación de distintos ángulos, generaba un efecto muy agradable en la pista. Y en la cabina de vidrio y madera se destacaban las dos bandejas Technics 1200 MK2 y el panel automatizado para el control de luces.

Sergio Denis en los primeros años de Sabbat. Foto: Leonardo Tellechea.

“Todo los que había era una innovación. Ningún boliche de la zona tenía ese nivel de equipos. He recorrido boliches toda mi vida y puedo asegurar que la calidad de sonido de Sabbat, su nitidez y potencia eran inigualables” afirma el primer DJ, Marcelo Ponce, quien comenzó a trabajar con Morgante en 1976 y luego continuó con la sociedad hasta 1984.

Frescino aporta otro detalle sobre el sonido: “La vibración era terrible. En la noche inaugural yo estaba a dos metros de los bajos y se me movían las botamangas del pantalón”. Para amortiguar esos efectos se construyó una pared de medio metro de espesor con un pulmón de arena sobre la medianera que daba con la casa del vecino, Juan Guzzi. Con los años no faltaron reclamos que obligaron a aumentar el grosor del muro.

Durante la semana Marcelo viajaba personalmente a las disquerías de Capital para conseguir los vinilos que luego sonarían en la pista. Pasaba jornadas enteras recorriendo Showco (galería Los Andes), Gapul (galería Corrientes Angosta); Tower Récords (Belgrano) y Big Bear (Arroyo 889). De allí salieron los temas más bailados en los primeros meses de Sabbat: Abacab (Génesis), Deseo que estuvieras aquí (Pink Floyd), Pequeña Italia (Stephen Bishop), Ébano y marfil (Paul Mc Cartney); y los clásicos nacionales Seminare, Eiti Leda y No llores por mí, Argentina (Serú Girán), Distinto tiempo (Nito Mestre), Muchacha ojos de papel (Almendra) y Gente del futuro (Cantilo).

De esos inicios Ponce no olvida un baile que se hizo el 24 de mayo de 1982, organizado por el Club de Leones a beneficio del Fondo Patriótico Islas Malvinas. El 1 de junio Morgante depositó en dicha cuenta la suma de $ 19.482.150.

Un artículo publicado en el periódico El Ciudadano de la época destacó la colaboración del público de Cañuelas, de los propietarios y del personal de Sabbat. Armando Magallón, Marcelo Ponce, José C. Lespada, Gustavo Inella, la familia Sánchez y Roberto Sergio trabajaron ad honórem; Mario Banegas donó el hielo consumido y la señora Haydée Galián no cobró el canon de SADAIC.

Ponce trabajó casi tres años hasta que fue remplazado por Armando Magallón, un DJ de Monte Grande. Lo sucedieron Charly Bevacqua (el creador de Radio LC5), Federico Pequeño, Gabriel Gerónimo, Facundo Gil y Mariano Pitarch, en la última etapa. Ariel Espina y los hermanos Germán y Daniel Smith tomaron la posta en algunos períodos en tanto que Miguel Bordón manejaba el tablero de luces.


DE SODA A RICKY MARAVILLA

En ocasiones especiales Sabbat ofrecía recitales de primer nivel, una forma de jerarquizarlo y agradecer la fidelidad del público. El primero, con Sandra Mihanovich, se realizó el sábado 30 de octubre de 1982.

Sergio Denis -el padrino de Sabbat- estuvo en varias ocasiones y Los Twist en dos oportunidades. También pasaron Celeste Carballo, Viuda e Hijas de Roque Enroll, Hilda Lizarazu, Miguel Mateos, Los abuelos de la nada, JAF, Vilma Palma e Vampiros, Los Auténticos Decadentes, Rubén Rada, Los Pericos, Los fabulosos Cadillacs, Os Paralamas do Sucesso, La Portuaria, Turf, Antonio Birabent, Ricky Maravilla y Las Primas. Incluso Guillermo Vilas cantó en vivo en su breve etapa musical.

Los que presenciaron el show de Rada recuerdan que promediando el espectáculo pidió que apagaran todas las luces de Sabbat, incluidas las de las barras. Con el ambiente totalmente a oscuras y un silencio expectante tiró una frase que despertó una inmediata risotada: “Al fin somos todo iguales”.

Algunos recitales eran sorpresivos y para evitar que se filtrara la novedad, los dueños no revelaban el nombre ni a los empleados ni a sus propias familias. Uno de esos shows sorpresa fue el de Ricky Maravilla, que entró al salón por un arco de papel con un signo de interrogación que previamente rompió Daniel Girotti, disfrazado de gorila. 

Mirando en retrospectiva, por el reconocimiento internacional que adquirieron a los pocos años, el show más impactante en la historia de Sabbat fue sin duda el de Soda Stéreo. No hay registros fotográficos ni datos precisos sobre la fecha. Algunos sostienen que fue en octubre o noviembre de 1984, poco antes de la presentación de su primer disco en el teatro Astros; otros lo ubican en septiembre de 1985, en vísperas del recital de Vélez junto a INXS, Virus, Charly García y Sumo. 1985 suena más lógico ya que el 18 de mayo de ese año tocaron en Tío Coco, la disco de Lobos.

Cuando se presentó en Cañuelas el trío de Gustavo Cerati, “Zeta” Bosio y Charly Alberti comenzaba su gran despegue gracias a la difusión de temas como “Sobredosis de TV”, “Dietético” o “Jet-set” en el programa 9 PM de Lalo Mir, en El submarino amarillo de Tom Lupo y en Música Total (Canal 9). También fueron incluidos en la programación del “Recital de los lagos” (San Isidro) televisado por el programa de Juan Carlos Badía. “Siempre comprábamos los shows con mucha anticipación. Los pudimos traer porque los habíamos contratado un tiempo antes de Vélez. Después hubiera sido imposible” reflexiona Morgante.

Morgante y Elorza junto a Ricky Maravilla.

¿Cómo se financiaban estos recitales, impensables para a realidad de un boliche actual? “Si la entrada habitual valía 10, en esas noches especiales cobrábamos 20 y con eso pagábamos el show” responde Morgante. Y el público lo agradecía. “En noches normales entraban entre 900 y 1000 personas. Cuando había shows llegábamos a las 1.200. La noche en la que cortamos más entradas fue en un Día del Amigo con Los Twist: llegamos a cortar 1.800”.

Puede sonar extraño pero los creadores del boliche casi no guardan fotos ni recuerdos de muchos de estos recitales de primer nivel. “En general no los podía disfrutar porque entraba tanta gente que nosotros estábamos atentos a que no surgiera ningún desborde o incidente” dice Morgante. No hay que olvidar que antes de la ampliación de 1985 el local estaba preparado para 600 personas, pero muchas veces ingresaban mil. En ese momento, previo a Cromañón, no había consciencia del peligro, tanto que ni siquiera había salidas de emergencia.

LAS FIESTAS TEMÁTICAS

Otro aspecto que acrecentó la mística de Sabbat fueron sus fiestas temáticas. El alma matter de esos eventos especiales era Leonardo Tellechea, quien entró a trabajar en 1982, con sólo 14 años, y siguió como encargado del boliche hasta el primer cierre, en 1995.

“Cada tanto Alfredo me decía ´Armate una fiesta´. Como me daban total libertad, en una oportunidad armé ´Una noche en la playa´ para lo cual llené la pista con varios metros de arena que nos trajo Peteto Caeiro. En otra oportunidad, con la ´Fiesta del tiempo´, cubrimos las paredes con relojes flúo, llenamos las barras con caramelos Media Hora y sorteábamos relojes Mistral”.

Andrea Bacci, María Cristina Miguenz y la actual intendente Marisa Fassi. Elección de la reina 1984.

Para la ´Fiesta Dulce´ Tellechea recurrió a la distribuidora de golosinas Corda, donde compró varias cajas de caramelos en tira, chupetines y chocolates Bonobón, con los que inundó desde las barras hasta la pista. En esos años no se medían gastos. No menos original fue la ´Fiesta a todo Trapo´, con retazos de tela colgados de una soga que iba de un extremo a otro. No faltaron los sorteos de pantalones y remeras Uniform: cada media hora el DJ largaba unos globos desde el techo, algunos de los cuales contenían los preciados bonos de alguna prenda.

Nancy Bernachea fue la feliz ganadora del sorteo de una moto Zanella. Fue tanta su emoción que terminó desmayada y hasta fue necesario llamar al Hospital Mitre para que enviaran una ambulancia.

Si hay una fiesta que se destacó por encima de las demás fue la “Noche de la prehistoria”. Todo el interior y hasta el pasillo de ingreso estaban revestidos con papel crepé marrón formando una caverna. En la entrada, Ariel Espina, disfrazado de cavernícola, recibía a los clientes con un tapado de piel (prestado por la esposa de Alfredo Morgante) y una bandeja con la que servía merenguitos con forma de hueso fabricados por el “22” de la panadería La Estrella. Un pterodáctilo de seis metros amenazaba desde el cielo raso y una cabeza de mamut emergía de la cabina.

“Si hoy hiciéramos eso, nos meterían presos”, dice Tellechea. Ante el peligro de que tanto papel crepé terminara en una fogata descontrolada, se dio aviso al jefe del cuartel, Juan Carlos Mazzocchi, para que estuviera atento. Gutiérrez prestó 40 matafuegos e incluso varios bomberos estuvieron de guardia dentro del boliche. Gracias a esa previsión se pudo abortar un principio de incendio generado por un inadaptado que acercó un encendedor a la pared empapelada.

Leo guarda en su memoria un catálogo de anécdotas. Un sábado le tocó ir al boliche temprano para la prueba de sonido de Vilma Palma. “Cuando terminaron de probar me preguntaron si los podía tirar hasta el Hotel Cañuelas. En ese tiempo yo tenía un Fiat 125 que arrancaba cuando quería. ´Si arranca, los llevo´, les dije. Y no arrancó. Me empujaron hasta la Mezquita y desde ahí los llevé a todos apretados en el auto”. 

Le contaron otro suceso hilarante que ocurrió en la prehistoria de Sabbat. En 1980 ó 1981 Gustavo Bonavita no daba abasto para cobrar las entradas del recital que se iba a dar en el Club Cañuelas. En un momento vio de reojo a un flaco que se estaba colando y le reclamó el ticket. “¿Cómo me vas a cobrar la entrada si soy Charly?” reaccionó, indignado, el autor de “Rasguña las piedras”. “Dale, dale, no te hagás el boludo y pagá”, le retrucó el cajero.

Leo estaba acompañado por un ejército de empleados, entre ellos Joselo Lespada, Julio Martínez, Gustavo Inella, Pichu Peña, Beto Aristegui, Juan Taborda, Fabián Frescino, Pato Carabajal, Leo Mazzochi, Diego Garavaglia, Jorge Cepeda, Daniel Carrizo y Daniel Girotti. Manolo Manzanares estaba a cargo de la caja; Don Víctor y Lenchi en el guardarropas; y don Gino Dottori era el cuidador de los baños durante los bailes.


LO MEJOR DE LA ZONA

Las bandas que pasaron por el boliche en su momento de mayor popularidad, las fiestas temáticas y las fiestas del reencuentro post-Bariloche, los desfiles de Leones para elegir la Reina de la Primavera, los regalos de cumpleaños que se enviaban a los clientes más habituales, los sorteos de viajes y el merchandising (muchos conservan como un tesoro los llaveros, pins, calcos, encendedores y relojes con el logo de la disco) convirtieron a Sabbat en uno de los mejores boliches de la zona sur.

Morgante cree que gran parte de su éxito y vigencia obedecieron a que la mitad del público provenía de otras localidades. En una ciudad chica donde todos se conocían Sabbat era el lugar donde cada fin de semana era posible encontrar “caras nuevas”.

“No quiero parecer vanidoso, pero durante la primera década dominamos en toda la zona, fuimos líderes indiscutidos. En nuestros años de furor competíamos mano a mano con los boliches de Adrogué o con Le Paradis y La Fábrica de Temperley” sostiene Elorza.

Por múltiples factores, en la década del ´90 Sabbat ya no pudo sostener el liderazgo de los ´80. Por un lado apareció la competencia de boliches importantes de la zona como Ayelén (Marcos Paz) y La Porteña (Lobos), lo que disminuyó el caudal de público foráneo. Para tratar de revertirlo salían colectivos contratados a Monte Grande, Ezeiza, y Tristán Suárez, convocando gente de ese corredor.

La apertura de Dr. Acuña, en 1995, fue el golpe definitivo. Quienes desde 1982 habían sido fieles a Sabbat se volcaron masivamente a la nueva disco. “En Cañuelas no hay lugar para dos” sentenciaron los socios y de común acuerdo decidieron bajar las persianas. Llegaron a tener más de 40 empleados y los costos eran insostenibles.

Contra todos los pronósticos Dr. Acuña duró apenas dos años. Sabbat tuvo su revancha en 1997, pero esta segunda época no pudo alcanzar la mística de la primera. Las bailantas estaban en su esplendor, los bares comenzaban a organizar bailes que retenían a los jóvenes hasta entrada la madrugada y hacia el final del milenio las FM locales organizaban fiestas masivas en la calle, arrebatándole las fechas de mayor rentabilidad.

Se sumó el lógico desgaste de los dueños. “Creo que más que disfrutar el trabajo, lo sufría. Lo disfrutaba recién al otro día, cuando veía que todo había salido bien o cuando recibíamos las felicitaciones, pero estando adentro, lo sufría por los amontonamientos o las peleas. En una primera época no tanto, pero cuando pasaron los años era terrible. Llegaba el sábado y a las 10 de la noche me acostaba a dormir hasta la 1. Cuando me levantaba para ir al boliche, tenía una bola de nervios en el estómago”, confiesa Elorza. 

La agonía se estiró hasta 2003, cuando la sociedad decidió transferir el fondo de comercio. Entre 2003 y 2006 continuó con el mismo nombre bajo la dirección de Alejandro Monod, Gerardo Belmartino y “La Vieja” Sánchez. Luego, por breves períodos, fue Enjoy, Urban Disco y finamente New Sabbat en 2012.


SOCIEDAD SIN FISURAS

Desde un principio los cuatro integrantes de la sociedad se ocupaban de todas las tareas, desde el contacto con proveedores hasta el manejo de las cajas y el control de la seguridad. Todos reconocen que Bonavita era el más cuidadoso con los gastos y quien ponía equilibrio y moderación al exceso de los demás.

Los lunes se reunían en la casa de alguno para planificar la semana y todas las decisiones se adoptaban por el voto de la mayoría. “Al que le tocaba perder, lo aceptaba. La amistad estaba por encima del negocio. Las cosas siempre fueron claras y sanas” subraya Elorza. Y cuando se le pregunta cómo fue posible que la sociedad durara tantos años sin fisuras, explica que el secreto fue no permitir nunca la intromisión de nadie en la toma de decisiones. 

Sabbat se convirtió en uno de los íconos del Cañuelas del final de siglo. En esa esquina, lejana en el tiempo, habitan los mejores recuerdos de juventud. La nostalgia hace memoria en las redes sociales, donde abundan homenajes de quienes añoran esa época irrepetible.

Como Luis Lezcano, que se radicó en Cañuelas luego de haber conocido la ciudad a través de Sabbat; o Karina Calviño, que jamás olvida las noches de baile en las que escuchó por primera vez la banda U2. En 2008, y tras una larga batalla administrativa, logró  ponerle Bono a su primer hijo.

José Miguel Cisneros relata que el 10 de diciembre de 1983 un grupo de ex alumnos se juntó a comer unas pizzas en Monte Grande. Cuando llegó el momento de debatir dónde seguir la noche las opciones eran Cañuelas o Lomas de Zamora. Ya en el interior de Sabbat José Miguel se separó de sus amigos para dar la típica vuelta... y la vio. “La chamuyo para bailar. Se ríe y me dice ´¡No!´.  Y se sigue riendo. Ahí me quedé y así nos conocimos. Hemos pasado más de 30 años de alegrías y algunas tristezas. ¡Así es la vida!. ¡Gracias Vivi! Una sonrisa y cambia el mundo para siempre”.

Germán Hergenrether

Sabbat, historia en fotos (Fotogalería)

Escrito por: Germán Hergenrether