Este lunes 27 de octubre en el Juzgado Correccional Nro. 4 de La Plata se puso en marcha el juicio oral y público contra el kinesiólogo de Cañuelas, Matías Blanco, acusado de presunto abuso sexual simple (tocamientos) en perjuicio de tres mujeres que fueron sus pacientes.
La causa se inició en abril de 2021 cuando la docente S. D., de 51 años (víctima 1), se presentó en la Comisaría de la Mujer para denunciar que durante la sesión del 23 de abril de ese año en los consultorios de Rivadavia al 800 había sido manoseada durante una sesión de kinesiología y quiropraxia. Luego de que su caso tomara estado público a través de los medios locales, se sumaron las denuncias de J. G. M. (18 años, víctima 2) y de N. B. (víctima 3), quienes relataron situaciones similares vividas con el mismo profesional. La instrucción se llevó a cago en la UFI 1 de Cañuelas, en ese momento a cargo del Dr. Lisandro Damonte.
En simultáneo al expediente penal, el Colegio de Kinesiólogos de la Provincia de Buenos Aires (COKIBA) designó a la Lic. Ana Laura López (MP 4121) como instructora sumariante en el expediente interno que se inició por presunta falta de ética profesional.
La primera audiencia encabezada por la jueza Dra. Claudia Elizabeth Greco se desarrolló en una pequeña sala del primer piso de los Tribuales de 8 y 56 con la presencia de la fiscal Victoria Huergo, el Dr. Mariano Pazo (representante de J. G. M.) y Dr. Alejandro Drago, defensor de Blanco.
En primer término declaró la víctima 3, N. B., mientras el imputado fue invitado a escuchar desde una sala contigua. Contó que aproximadamente en 2019 se atendió por primera vez con el kinesiólogo y que en una de las sesiones, estando boca abajo sobre la camilla, el profesional se colocó encima de ella y que en esa circunstancia sintió la presión de la zona genital del hombre sobre su cuerpo. “Me fui, estaba bloqueada, lo hablé con un amigo”, relató la mujer. También dijo que lo habló con el hermano de Blanco, también kinesiólogo, quien le habría dicho “es un pelotudo, no tiene que meterse con los pacientes”.
A pesar de esta experiencia, N. B. regresó al tiempo al mismo centro kinesiológico aunque pidió ser atendida por el hermano. “Mi dijo que me quedara tranquila, que me atendiera con Matías, que no iba a pasar nada”. Si bien las primeras sesiones transcurrieron con normalidad, N. B. contó que en una ocasión él se situó de pie detrás de ella, le desabrochó el corpiño para efectuarle una maniobra, la apoyó desde atrás, le tocó los senos y le respiraba de manera agitada. “Fue muy cínico porque me fui y me saludó ´chau chau´, como si no hubiera pasado nada. No lo denuncié por vergüenza, pero lo bloqueé de mi vida”, explicó. Finalmente hizo la denuncia cuando un amigo vio una publicación periodística que hablaba del primer caso y eso la incentivó a ir a la justicia.
En segundo término declaró J. G. M., de 23 años, quien actualmente reside en Barcelona, por lo que brindó su testimonio a través de una plataforma virtual. La joven dijo que fue paciente de Blanco hace muchos años por un problema en una rodilla y que debido a su buen trato volvió a atenderse con él por un problema lumbar en 2021, cuando tenía 18 años.
Detalló que en la sesión del 23 de abril Blanco le pidió que se quitara el corpiño deportivo. “Entró al gabinete sin golpear, cuando me estaba cambiando, y no me ofreció que me tapara. La manera en la que me hizo los masajes me hizo sentir incómoda. Me apretaba el cuerpo contra él, me rozó una teta por el costado y sentí su miembro erecto. Fue muy incómodo. Me hizo comentarios al oído y sentí su respiración muy cerca, lo que me dio mucho asco. Me fui, puse música en el auto, intentando apagar mi mente. Otras veces me había sentido incómoda pero esa vez fue extremadamente incómodo”.
Aportó otro dato significativo: pocos días después del hecho recibió un llamado del kinesiólogo, quien le manifestó que había sufrido una denuncia de una paciente y que necesitaba que ella saliera como testigo en favor de él. En ese momento, contó la chica, le cayó la ficha de que lo que le había sucedido era un abuso. Su salida del país fue una forma de dejar atrás ese lastre pero dijo que “las cosas se vinieron conmigo”.
Su testimonio fue corroborado por Micaela, una amiga; por su mamá, Silvina; y por la psicóloga Gabriela Soledad Guarriero, quien comenzó a atender a J. seis meses antes del hecho, por cuestiones propias de la adolescencia. “Fue un gran trauma para ella, con un efecto profundo que afectó no sólo sus vínculos sino la confianza y la seguridad en ella misma. A eso se sumó una manipulación de este profesional. Ella quedó como vapuleada”.
Al ser interrogada por la fiscal Huergo, la psicóloga se explayó en su observación: “Era una niña que se opacó. Comenzó a usar la ropa de su papá, a usar ropa amplia para no mostrar su cuerpo y sus formas femeninas. Como la venía atendiendo me di cuenta de los cambios en su corporalidad y en su vestimenta”.
En el inicio del debate el Dr. Alejandro Drago, abogado de Blanco, negó la existencia de los hechos denunciados. Hizo especial hincapié en la denunciante N. B.: “Su relato no es verosímil. Denunció un hecho y después se volvió a atender con el Lic. Matías Blanco e incluso su hija concurrió al mismo centro”. Con relación a la joven J. G. M. -cuyo padre estaba sentado a centímetros del letrado- dijo que hubo una “resignificación de algún roce sin contenido sexual ni libidinoso”.
Drago atribuyó la causa a la mediatización que generó la abogada Nicolasa Boccarratto, representante de las víctimas en los primeros meses. “Las denuncias fueron hechas y fomentadas por la misma abogada”, disparó. Sin embargo, J. L. M. declaró que si bien tuvo un breve contacto telefónico con Boccarratto, decidió ir a la justicia acompañada por su mamá y su papá con el asesoramiento del Dr. Pazo.
Cerrando la primera jornada pidió declarar Matías Blanco, quien buscó desacreditar el testimonio de N. B. “Escuché un montón de mentiras en su declaración, jamás habló con mi hermano y alguien que sintió un abuso, ¿cómo puede ser que pida 40 sesiones más en mi consultorio?”.
Por otro lado refirió que “Jamás tuve una actitud libidinosa o de contenido sexual con J. Si le pedí que se sacara el top fue para colocar una crema en la espalda. Jamás le respiré ni hice gemidos. Trabajamos con las manos y con el cuerpo, siempre hay algo que se puede malinterpretar, pero jamás le falté el respeto”.
Y luego, dirigiéndose a la jueza, señaló: “Si esto fuera real, no podría haber trabajado más en Cañuelas. Tengo todos los turnos tomados. Trabajé en el Hospital de Cañuelas, en el Hospital de Las Heras, en el Club Cañuelas durante nueve años y jamás tuve un problema con un paciente”.
Para este martes, en la segunda jornada de juicio, se espera la declaración de la víctima 1, S. D., y de varios profesionales que compartían el consultorio con el imputado.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas